Vicente Fernández: la portentosa voz del “Último Charro”
Nunca ha dejado de resonar en las almas sensibles la prodigiosa voz de El Último Charro como eco imperecedero, al menos entre los millones de latinoamericanos que se reconocieron en cientos de sus canciones, impregnadas del amor correspondido o su contraste: el desamor.
Vicente “Chente” Fernández fue como abeja que dejaba suspirando
a sus innúmeras flores; en su caso, a sus numerosos seguidores. De la estirpe
charra de Jorge Negrete, Pedro Infante, Javier Solís, José y Antonio Aguilar,
como de Miguel Acedes Méjías y José Alfredo Jiménez, le tocó llevar hasta al
final el prototipo (¿o estigma’) del hombre macho, corajudo, mujeriego, de
aliento etílico y voz que se alzaba para cantarle a la amada que se asomaba a
la ventana.
Cautivaba a cualquiera sin ser un adonis, que para nada
era indispensable mientras se tuviera un gañote que aseguraba la fama en las
iluminadas salas y en el cine, amén de las más hermosas mujeres.
Podrá decirse sin eufemismo que él, igual a sus
antecesores, representaba el machismo americano, tan cuestionado y vapuleado con
razón en estos tiempos; pero qué hubiera sido de la gran pantalla mexicana, de
su cine dorado, sin escenas como el tequila seco apurado de una vez, el hombre
pegado borracho a una rockola y quien llegaba empujando las puertas de la cantina,
arrogante, con su enorme sombrero, ceñida ropa y el par de pistolas
colgándoles. Y después a cantar todos hasta la afonía con hondo despecho.
Difícilmente se encontraba algún patio en Venezuela (y de
otros países), bajo un frondoso árbol, donde no se bebiera al compás de la voz
de Vicente Fernández. Cada uno recordando su amorío o su platónico amor, todos
poseídos por esas canciones que reivindicaban la cultura latinoamericana y el
derecho a desahogarse o brindar por una nueva conquista.
“De que te quiero, sí, te quiero
De que te llevo en mí, te llevo
Por eso pretendí
La gramática inventar y llegar a conjugar
A mi modo el verbo amar
Te amo yo, me amas tú
Nadie más…”
Y que tal esta:
“Lástima que seas ajena y no pueda darte lo mejor que tengo
Lástima que llego tarde y no tengo llave para abrir tu cuerpo
Lástima que seas ajena, el fruto prohibido que jamás comí
Lástima que no te tenga porque al mismo cielo yo te haría subir”.
Una vez surgió una pregunta entre algunos amigos que libaban unas cervezas. A quién llorarán más los mexicanos, a Juan Gabriel o a Vicente Fernández. Nadie pudo aventurar una respuesta, pese a que “Juanga” fue todo lo contrario al “mero mero macho mexicano”, y sin embargo su estilo, rostro, composiciones y preciosa voz conquistaron incontables corazones, hasta de los “hombres de pelo en pecho”. Eso sí, diferencias aparte, resaltó en ambos el amor infinito hacia su México.
Esta semi crónica debe terminar con algo que glorifique al que recién ha partido, y parece más idóneo volver al comienzo… Queda el eco imperecedero de la portentosa voz de El Último Charro.
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Vicente Fernández: la portentosa voz del “Último Charro”
Reviewed by Alejandro Domecq
on
15:19:00
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