De emigración en emigración: ¿destino de los venezolanos en Latinoamérica?


Huyen de su país devastado por unos farsantes, se instalan en cualquier nación latinoamericana, pero la tranquilidad no les dura mucho: en esos pueblos, como le pasó a Venezuela, se respira inconformidad y los aires de un sistema político que propugna igualdad y justa distribución de la riqueza los tienta todos los días. Entonces, hay que coger de nuevo las maletas y volver a cruzar la frontera.

Esto parece ser el horizonte o un ciclo repetitivo que le espera a los migrantes venezolanos, tal como van las cosas en los estados receptores. Eso de que ‘nadie escarmienta en cabeza ajena’ es uno de los más lúcidos e incontrastables dichos. Los ciudadanos del mundo hispanoamericano están molestos con el estado de cosas y quieren una solución radical (nada de pañitos calientes o de reformismo), ellos quieren una revolución que lo trasforme todo, que “bote la casa por la ventana”; todo arrancado de raíz para que no quede nada del pasado. “El hombre nuevo” los seduce y Marx, tan cuestionado por los capitalistas y demócratas, vuelve a emerger de los polvorientos libros para dictar su cátedra antiimperialista, sus conceptos de plusvalía ideológica, lumpen proletariado, la dictadura de este, y finalmente la realización plena de la utopía socialista o comunista.

¿Acaso no se escuchan con estridencia las consignas de ¡Abajo el capitalismo!? A los peruanos no le valieron las advertencias de expertos en política o economía, o de observadores de prestigio, como su premio Nobel, Mario Vargas Llosa, ni las experiencias vividas en carne propia por los ciudadanos de otros países que fueron a parar a la tierra incaica, entre ellos los inmigrantes venezolanos.

Los argentinos tienen de presidente a Alberto Fernández, del kirchnerismo, y ya todos saben cómo está de enferma la economía; los chilenos se preparan para la segunda vuelta de la elección presidencial y la mayoría de las encuestas apuntan que el izquierdista Gabriel Boric será el vencedor, añádase la inminente aprobación de la nueva constitución el próximo año que, sin duda, establecería un nuevo contrato social de incierto pronóstico frente a una sólida economía actual.

Brasil parece que volverá a decantarse por Lula Da Silva que, aunque es un socialista moderado, sirve de tentempié a las dictaduras cubana, venezolana y nicaragüense. Colombia, el último bastión de la derecha inamovible suramericana, tan cerca de su zaherido vecino petrolero, y con casi 2 millones de venezolanos en su suelo, está siendo tentada por el candidato Gustavo Petro, afín al régimen de Maduro, y se mueve peligrosamente hacia la izquierda.

Toda una panorámica de nubarrones en la que no se vislumbra estabilidad para los migrantes venezolanos, quienes más bien temen que en los países de acogida se reedite la hecatombe que arruinó a su patria.

“Mi esposa y yo, que tenemos dos niños, estamos con la incertidumbre de lo que vaya a pasar aquí en Perú; las cosas se han puesto turbias con la llegada de los socialistas, y si se produce un giro radical sabemos que la moneda se irá a pique, pues lo nacionalizarán todo, cerrarán empresas, el comercio se contraerá y se reducirán las plazas de trabajo”, comentó el venezolano Jesús Ángel Camacaro, quien es licenciado en administración y consiguió un buen empleo en una fábrica de plásticos en Lima, tras llegar hace cuatro años de su ciudad natal, Cumaná, prácticamente sin nada, como dicen ‘con una mano atrás y otra delante’. “Le pedimos a Dios que el presidente Castillo sea sensato y no haga como hizo Chávez y Maduro, de expropiar empresas, quebrarlas, y dejarlas en el hueso al igual que las compañías básicas, incluyendo la industria petrolera. No queremos volver a pasar por la misma pesadilla”, exclamó la esposa de Camacaro, Alicia Berroterán, ingeniera química, que ahora ejerce de peluquera.

En esas mismas está Leonardo Nava, un caraqueño que después de cinco años de duro trabajo posee dos pequeños restaurantes de comida venezolana en Colombia:

“La verdad es que si llega a ganar Petro , muchas cosas cambiarán en este país hermano que nos acogió cuando nos moríamos de hambre. Él tiene simpatía por Maduro y su sistema socialista que acabó con mi país, y no es exagerado decir que aplicará cambios que podrían arruinar la economía y la prosperidad que se ve hoy se iría pal’ suelo, y si no hay capacidad de compra de la gente los negocios cerrarán, y entonces yo me arruinaría como me sucedió en Venezuela con mi tienda de ventas de repuestos para carros”, expresó Nava en tono de angustia.


Del siglo XIX vienen dos frases muy apropiadas para lo que está pasando en Latinoamérica. Francisco de Miranda (‘El Precursor’ de la Independencia venezolana) cuando fue detenido en Venezuela para ser enviado a las mazmorras españolas, exclamó: “¡Bochinche, Bochinche, este país es un bochinche!”, y el autócrata Guzmán Blanco ante los constantes alzamientos, pronunció: “Venezuela es como un cuero seco, lo pisan por un lado y se levanta por el otro”. Pues bien, el grueso de los países de centro y sur de América históricamente han tenido pisos democráticos endebles, removidos por revueltas, caudillismo, populismo, izquierdismo, corrupción y un desorden generalizado que impiden su desarrollo sostenible y darse regímenes con libres iniciativas y libertades duraderas.

No es pues una moda o un capricho que miles de latinoamericanos en los últimos años crucen día a día, como ganado trashumante, las fronteras de México para adentrarse a suelo estadounidense en busca del “sueño americano”, pero no como los inmigrantes del pasado que fueron recibidos coordinada y ordenadamente para construir esa gran nación; para llegar allá tienen que sortear todo tipo de peligros y poner la vida en juego frente a ríos caudalosos, asaltantes de caminos, asesinos y villanos de toda ralea.

Y entre esos ciudadanos ávidos de una mejor suerte, se cuentan, por supuesto, los afligidos venezolanos, cuyo número se incrementa en la medida que su patria siga atrapada entre mandamases izquierdosos, autoritarios y corruptos, redes criminales, falta de servicios elementales, inflación, desempleo, miseria y en fin una devastación a escala bíblica. A esa masa irredenta, rumbo a los Estados Unidos, también se irán sumando aquellos compatriotas en tierras latinoamericanas que les causa pavor escuchar, cuales traumas de guerra, consignas de “Patria, Socialismo o Muerte”, ¡Yankees, go home!, o decretos de nacionalización y expropiación.

A dónde ir, cuál será el próximo destino territorial de los migrantes venezolanos perseguidos por la desgracia de una ideología que predica la igualdad, aunque propicia la baja calidad de vida de sus pobladores, mientras un grupúsculo tiránico y ruin nada en la opulencia y la suntuosidad. 

 





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