El terror continuará después del “Koki”


Gracias a la presión de los medios masivos de comunicación y redes sociales, finalmente el régimen chavista-madurista decidió enfrentar sin tregua al grupo criminal más mediático de Venezuela: la banda del “Koki”.

El grueso de los venezolanos no entiende por qué a esos antisociales se les permitió tantas libertades para cometer toda clase de fechorías, como robos, atracos, extorsiones, secuestros, violaciones, narcotráfico, ajusticiamientos y sicariatos, dentro de un área llamada Cota 905 de Caracas.

Pero todo tiene su raíz o causa.


En un intento de apaciguar los desmanes de los grupos vandálicos, el entonces presidente Chávez procuró una política de acercamiento y conversación con los mismos. En alocuciones públicas los llamó a deponer las armas a cambio de que se integraran como individuos productivos. En una de esas ocurrencias que lo caracterizaban les dijo que pasaran de malandros a “buenandros”.

De allí que alcaldes, gobernadores, ministros, diputados, entraron en esa onda de camaradería con los delincuentes de barrios, algunos a plena luz del día, otros discretamente. Fotos y videos de encuentros de diversos funcionarios del tiempo de Chávez en el poder, pero sobre todo de Maduro, se hicieron virales. Choques de manos, abrazos, poses, sonrisas, se amalgamaban en una especie de aleación de metales incompatibles, que dejaron a muchos boquiabiertos.


Demasiada blandura fue vista por los criminales como un acto de claudicación, al punto de que se aprovecharon del plan llamado “Zonas de paz” para fortalecerse más, que incluía delimitación de los territorios de bandas criminales que se mataban entre sí y causaban terror en los vecindarios, cero operativos policiales y entrega de armas, todo con el objetivo de pacificar dichas zonas.


¿Cómo pretendían los izquierdistas que los malandros se limaran los cachos y les crecieran angelicales alas, si delinquir les da dinero fácil? ¿Si no han sabido hacer otra cosa que sembrar el miedo y apoderarse de lo ajeno sin tener que trabajar? Y además: ¿se van a romper el lomo como los ciudadanos de bien para ganar un sueldo miserable?

Por eso, todo resultó una especie de ilusión óptica: Carlos Luis Reverte, alias “el Koki”, fue ganando literalmente terreno y poderío, abarcando espacios más allá de la Cota 905, estableciendo alianzas con otras bandas o aniquilándolas, a la par de regalar bolsas de alimentos, medicinas y juguetes en una suerte de Pablo Escobar en pequeña escala, en tanto que adquiría o le facilitaban armamento sofisticado, municiones a granel, y granadas de mano con los que ha enfrentado con éxito a las fuerzas policiales, al punto de ponerlas a correr e infligirles numerosas bajas. ¿De dónde sacan esas armas? ¿Quién o quiénes se las suministraron?


Son preguntas que se hace la gente común, cuya sospecha, mayormente, recae en el propio régimen venezolano, por el hecho de que el mandamás Nicolás Maduro, mientras manipulaba un fúsil de largo alcance, dijera que habría que llevar armas a los barrios para defender la patria, aunque por lo visto son usadas por grupúsculos seguidores de la revolución para amedrentar y agredir a los manifestantes contrarios a su ideología, y a la vez estos colectivos mismos establecieron vínculos con grupos delictivos como el del “Koki”. Este nexo sirvió para que el régimen se desentendiera de las incursiones criminales, y posibilitó que los delincuentes se blindaran con las modernas armas de fuego, según afirman políticos y expertos en seguridad.


El poder de los hampones llegó a tal, que recientemente se apoderaron de una tanqueta militar, sitiaron todos los alrededores que están bajo su dominio y desataron una guerra contra grupos enemigos, en medio del pánico de los residentes que una vez más se lanzaban al piso de sus casas para no ser blanco de las balas perdidas.


Se han robustecido tanto que, a la par del imponente arsenal bélico, su número de integrantes creció por centenares; por lo que ahora las llaman megabandas, y es por eso que les resulta cuesta abajo a los efectivos policiales comunes enfrentar a ese monstruo aparentemente alimentado por el régimen, que ahora ofrece 500 mil dólares por la captura del “Koki”, y la misma cifra por cada uno de sus lugartenientes, “el Vampi” y “el Galvis”.


Son pues fuerzas especiales las que emprendieron la batalla sin marcha atrás contra “el Koki” y sus despiadados colaboradores. No obstante, al parecer, con la captura o muerte de estos villanos actores no se detendrá la onda expansiva delincuencial.


No es nada aventurado decir que otros ocuparán esos lugares de terror, mientras, a su tiempo, los “kokitos” que crecen entre balaceras y perversidades garantizan la continuidad de ese submundo infernal.






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