Se viraliza el culto a la muerte
Fusilamientos, asesinatos, suicidios y otras maneras de morir son materiales valiosos para ser mercantilizados o monetizados a través de las redes sociales.
Solo importa las veces que esas grotescas y degradantes imágenes, que desdice mucho del género humano, sean difundidas y reproducidas exponencialmente entre grandes y chicos. Hay mucho dinero que ganar entre unos pocos y morbo que satisfacer en la mayoría frente a esos frágiles prójimos, víctimas de la violencia o de su propia mano. “Dale like” (me gusta) y retuitea y contribuye con la causa, que en el fondo no es otra cosa que el “culto a la muerte”.
La sangre, lo sanguinario, vende en demasía (lo descubrieron los psicólogos y ha sido el menú principal de los periódicos y noticieros) e importa un comino si se pudo salvar algunas vidas. Las cámaras ocultas, si bien sirven para detectar e identificar al criminal in situ (en el sitio) y apresarlo en consecuencia, que ya es bastante para hacer justicia, tienen otra escondida intención o función: servir de entretenimiento, asombro y alimento a no pocos seres trastocados que ven morir a tiros, irremediablemente, a la presa acorralada y aterrada.
Idéntico puede decirse de los videos comunes gracias a los celulares de nueva generación, que pueden grabar con absoluta nitidez y fidelidad el momento preciso en que a Juana (pongámosle ese nombre) es apuñalada en la esquina por el nuevo “Jack El Destripador”, sin que nadie haga algo para salvarla... ¿Y cómo? Si todos están ocupados grabando la espeluznante escena que se hará viral en unos escasos minutos. En el argot zuliano cuando algo está ahí, en las narices, se dice ¿vais a pelar ese boche?
Y todos estamos como confabulados con esa variante que bien puede llamarse ‘necrofilia colectiva’, que no es nueva y, por el contrario, parece tener su origen en el amanecer de los tiempos del homo sapiens. Por eso, es hora ya de que no sigamos señalando y enjuiciando con ojos acusadores al circo romano por su barbarie de ponerle al león hambriento un pobre ser humano. Ni llevarnos las manos a la cabeza con las lapidaciones de cristianos o por las piras humeantes con gritos de inocentes condenados por herejes. Ni aún condenar los imperdonables crímenes contra los aborígenes, ni estos con sus propios hermanos, o los millones de mártires inmolados por los nazis y dictadores de todos los colores e ideologías, desde Asia, África, Europa o América... No, si nosotros mismos, los de la era actual, aunque sea en pequeño formato, reproducimos las mismas monstruosidades.
En la infancia de los venezolanos nacidos en los años 60 de la anterior centuria, escuchábamos a través de los megáfonos la promoción que hacía el itinerante museo de cera (con fines de lucro) para que los vecinos de la localidad acudieran a su improvisado local ... “Vea usted el cadáver calcinado de Carlos Gardel; Vea usted el cadáver vestido de verde oliva del guerrillero Ernesto Che Guevara...”, y así sucesivamente se nombraban a aquellos hombres que murieron violenta o trágicamente. Eran solo figuras moldeadas en cera en imitación de cadáveres, y aún así resultaban francamente repugnantes.
Ahora, los adultos muestran a los niños, y viceversa, el video calientico que se hizo viral cuando un adolescente se vuela la tapa de los sesos, o en el instante en que unos desalmados lanzan al infortunado hombre desde un puente, o la niña que muere asfixiada practicando el "Blackout challenge" (retención de la respiración que le produjo la muerte).
Así estamos, sin nada que envidiarle a nuestros crueles ancestros, envilecidos y embelesados por la fascinante escena mortuoria...
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Se viraliza el culto a la muerte
Reviewed by Alejandro Domecq
on
12:21:00
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