¡Disparen por favor para saber quién es revolucionario!
No puedo negar que me apasiona tocar este tema, quizá porque he encontrado una manera clara de decirle a los que todavía creen de buena fe –o ingenuamente- en el socialismo y su proceso político en Venezuela (envuelto en mera apariencia y a merced de la impostura de sus jerarcas) que “una revolución que no es ética no puede llamarse revolución”, tal como lo escuché elocuentemente de alguien muy cercano a mi entorno.
Y recurro al héroe de ellos, al máximo símbolo de la izquierda radical, Ernesto Ché Guevara. Puede que no comulguemos con sus ideales y su práxis, pero no se puede reñir con el ejemplo que dio de unir la teoría y la práctica. El rebelde argentino no concibió otra forma de vivir que catequizar con el ejemplo. Y por ello, embebido de Marx y Lenin, se fue a pelear al lado de los barbudos, adentrándose en los montes de la Sierra Maestra. Y una vez conquistado el poder se dio a la tarea de diseñar y reconstruir una Cuba a imagen y semejanza del comunismo... A brazo partido, codo a codo con el proletariado, cortando caña y empujando la carretilla para hacer galpones que protegieran la cosecha o erigir recintos escolares.
En ese sistema político el Ché creía ciegamente y no podía aceptar voraces capitalistas, políticos camaleónicos y acólitos sin moral. Él mismo, o bajo su mando, formó pelotones de fusilamiento que aborrecemos quienes no creemos que cegándole la vida a los enemigos se ayuda a edificar una patria.
No obstante, obedecía a sus convicciones. Guevara se calaba la bayoneta al hombro y blandía el martillo, comía y pasaba con los más necesitados los rigores del trabajo y la apretura económica. Ese purismo revolucionario, no es secreto de nadie, fue traicionado por los que vivieron largamente sus años en Cuba, donde mandaban, aún mandan y se solazan a sus anchas.
¡Qué diferencia con los pseudorevolucionarios de Venezuela! ¡Qué distante está el Ché! Es muy posible que nunca hayan leído ‘El Capital’, ni nada sobre el ‘Manifiesto comunista’ o las ‘Cinco tesis filosóficas’ de Mao Tse Tung, o la ‘Guerra de guerrillas’. Estos no se calan bayonetas ni ponen rodilla en tierra porque se les ensucia su costoso pantalón Made in USA. En todo caso, las armas son para amedrentar opositores, a protestantes sin servicios públicos, míseros sueldos y con hambre permanente; o para acorralar a los jóvenes de las barriadas a quienes matan impunemente los encapuchados del régimen. Esas armas, que mucho le sirven de matraqueo a policías, guardias y militares contra los conductores de camiones de alimentos, cuales salteadores de caminos, o para acaparar gasolina y contrabandearla a cambio de dólares americanos. Sí, tienen que ser billetes verdes estadounidenses.
Estos pseudo revolucionarios, cleptocráticos, de vehículos lujosos y de aeronaves con fines ilícitos, que desmantelaron un país, no hacen cola de sol a sol con sus paisanos para abastecerse de combustible, nunca la hicieron frente a los supermercados ante la escasez alimentaria, jamás se quedan sin luz eléctrica, no saben que es carretear agua potable o bombonas de gas a hombros o sobre una improvisada carretilla, tampoco duermen sin aire acondicionado como los de abajo o la extinta clase media, que si repara el aparato se quedaría un mes sin comer.
Ellos viven en la opulencia junto a sus familiares, amigos y jalabolas cercanos, sin siquiera saber el precio de un paquete de harina de maíz (¿para qué?), insensibles al hambre y el tomento de millones de venezolanos.
Y hablo no solo de Maduro, Diosdado, Padrino López y su generalato o los flamantes hermanitos Rodríguez; también esto va para los “caciquitos” de las provincias de Venezuela, llámense alcaldes, gobernadores, protectores, líderes y acomodados del reino rojo que no inhalan los malos olores de los colectores desbordados, pues desde su carro full de combustible cierran la ventanilla y se tapan la nariz por si acaso se filtra un tufito. De allí que nadie en el seno del chavismo-madurismo se atreve hablar (ni por asomo) de ética y revolución.
Ché Guevara rechazó cualquier tipo de privilegio en Cuba por llevar su ideal revolucionario a los pueblos latinoamericanos; atravesó los páramos, pasó penurias, arengó en caseríos y tortuosos caminos hasta que fue emboscado en una apartada zona boliviana. Sucio, harapiento y con la sangre pegada a su cuerpo después de aquellos mortales tiros, le había dicho a su verdugo a quien no pidió clemencia: “Dispare para que vea morir a un hombre”. A partir de allí se agigantó su ética y sacrificio.
Todo lo contrario a los dictadorzuelos de Venezuela, expectantes, atónitos, temerosos y a solo un tiro más de correr en estampida como los numerosos militares que ya se les habían adelantado, presas del miedo por el tableteo de unos drones.
Poco les faltó a esta caterva de tiranos y súbditos gritar a todo pulmón “No disparen que somos muy jóvenes para morir”.
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¡Disparen por favor para saber quién es revolucionario!
Reviewed by Alejandro Domecq
on
15:30:00
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