Sin luz ni computadoras ni internet cómo se regresa a clases vía online

Septiembre está a punto de tocar las puertas del colegio, pero nadie le abrirá. El coronavirus dejó en silencio sepulcral las escuelas en gran parte del mundo. Solo queda la alternativa de las clases en línea, aunque hay un grave problema para los alumnos y docentes venezolanos: viven parcialmente en tinieblas, la mayoría no tiene computadoras (aquella canaimita se vendió para poder comer) y, ¡madre mía!, de poder contar con electricidad y una “compu” prestada, de nada sirve pues no hay conectividad por internet, y de haberla, la lentitud con que opera en Venezuela la hace infuncional. 

Sin embargo, el cuestionado mandamás de Venezuela, que no para de alucinar, como si desconociera tales impedimentos, anunció recién que “las clases se van a reiniciar en el mes de septiembre vía online; he abierto un debate para ver que les parece una modalidad que combine lo presencial con el internet”. 

Maduro parece olvidar también que es imposible la tradicional ‘vuelta a clases’ con los alumnos ocupando los pupitres y los maestros enfrente. El transporte público y privado casi desaparecieron por la escasez de gasolina, como tampoco hay bolívares para cancelar el pasaje, y la opción de ir a pie o en bicicleta al recinto escolar es improbable a todas luces, no tanto por las kilométricas distancias sino porque tampoco tienen combustible en el estómago: con qué fuerzas los niños, jóvenes y educadores van a llegar a la meta cuando no desayunan y apenas (no todos) hacen dos o una comida al día. 

Luce entonces dramático y triste que el retorno a clases, por la vía que sea, resulte inviable en un país de inmensas riquezas y de otrora perspectiva de desarrollo, pero criminalmente desguazado por una camarilla insensible y negada a rectificar su equivocada ideología. 

La ignorancia de las nuevas generaciones por falta de formación escolar (ya de por sí cuestionada) y de entendimiento producto de un organismo subalimentado, apunta a un futuro sin luces, más oscuro aún que la tragedia diaria de sobrevivir en Venezuela sin luz eléctrica, ni computadoras, ni internet... 

En cuanto a las demás carencias básicas, penurias y suplicios, se han arraigado tanto en el venezolano que es como si sobrellevara un enorme bulto, del que no puede desprenderse.

 

 

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