Ocultos en su casa una pareja venezolana superó el coronavirus

Los llamaremos Rafael y Julia (para resguardar su identidad) y advertimos que el drama vivido por esta pareja en el Zulia, y que se recrea a continuación, seguramente se repite una y otra vez entre familias venezolanas, temerosas más de morir aislados en un centro de salud público, solos y sin una mano que los atienda, que del propio coronavirus.
La fiebre comenzó a ascender y con ella un agudo dolor de cabeza atenazó a Rafael; pudo creer que se trataba de una virosis cualquiera, al igual que su esposa Julia, pero el imprevisto encuentro con un moribundo de COVID-19 les decía que podían estar también contagiados. Al día siguiente la sospecha aumentó cuando Julia sentía que la cabeza le iba a explotar, aunque sin presentar un cuadro febril. ¿Qué hacer? ¿A dónde acudir...?

“Solo somos dos miembros de la familia y desde que supimos que nos contagiamos mantuvimos comunicación vía celular con nuestra hija, que es médica en el exterior y con quien en todo momento estuvimos las 24 horas en constante comunicación, porque debíamos reportarle si aparecían nuevos síntomas de los que ya teníamos. Es importante resaltar que desde que presentamos el primer síntoma nos aislamos en nuestra casa; solo le informamos a dos vecinos para no crear alarma y le pedimos que fueran discretos porque tenemos vecinos muy ancianos y podrían preocuparse”, responde Julia a una de las preguntas que se le formularon.

La doctora, desde su estancia en otro país, profundamente preocupada por sus padres, y obviamente con el debido protocolo médico, les prescribió desde los primeros síntomas 1 gramo de acetaminofén más 800 mg de ibuprofeno para tomarlos cada 8 horas.

Todos sabemos lo mucho que cuesta levantarse de la cama cuando la salud está quebrantada, cómo el cuerpo enfermo se resiste a dejar el lecho en una pugnacidad constante con la mente que, en este caso, consciente del terrible virus, te dice que si no te levantas y si no haces un esfuerzo supremo para alimentarte, poco tiempo te queda para despedirte de este mundo.

Por eso Julia, con menos síntomas pero con la cabeza fundida por el dolor, se levantaba primero, preparaba la comida, y luego iba a incorporar en el borde de la cama a Rafael para que pudiera comer algo. Así también lo hacía a la hora de procurarse el aseo personal. Una vez sentado, le rodeaba la cintura y él le pasaba un brazo por el cuello mientras ella, a duras penas, agobiada por la infección y el peso, lo ayudaba a bañarse.

“Como no teníamos gusto y falta de apetito, todos los días hacía sopa de pollo o vegetales que nos obligábamos a tomar de la médica (la hija), y mucho té de jengibre con limón y miel, té de ajo y de cuanta rama me dejaban los familiares. En cuanto al baño, solo lo tomábamos en el horario de la mañana, máximo 12 del mediodía, si el cuerpo lo pedía porque el malestar era muy fuerte y por eso a veces pasábamos dos días sin bañarnos”, comenta ella.

¿Y cómo hacían cuando se terminaban las medicinas y los alimentos? Podrían preguntarse algunos. Dejemos que Julia responda:

“En primer lugar dos familiares, y unos vecinos, que nos dejaban la comida y los medicamentos amarrados en una bolsa en la cerca de la casa, puesto que sentían mucho temor de contagiarse; luego, cuando se retiraban, yo salía discretamente, las tomaba e inmediatamente volvía hacia dentro”.

Sin embargo, no estaban tan solitarios... Dos perros, una gata, una icotea y tres periquitos habitan también el hogar de la pareja:

“Durante esos días los perros tomaban sopa como nosotros, la gata con su gatarina y a los demás les di todos los tomates de la nevera. No podemos pasar por alto cómo las mascotas sirven de apoyo, porque te acompañan en todo momento”, apunta Julia a modo de agradecimiento a sus animalitos.

Los esposos están conscientes de que de no haber tenido una hija médica, hubieran consultado primero en google para seguir un tratamiento, y como última instancia, sin más a qué o a quién acudir, se hubieran dirigido a un hospital. Saben muy bien que les hubiese resultado traumático ser hospitalizados en cualquier recinto público de salud, con precario personal y escasos recursos. Y esta opción, como a las demás familias venezolanas, sin duda es un tormento que pende como la espada de Damocles.

No obstante, de forma paulatina el coronavirus entró en remisión y, finalmente, a los 40 días, Rafael y Julia superaron la crisis bacterial.

“Aunque la doctora ya nos dio de alta y podemos salir a la calle, solo mi esposo sale a comprar comida y más medicinas. Nosotros no significamos riesgo alguno de contagiar a ninguna persona (pese a que las secuelas persisten) pues el virus salió del cuerpo; al contrario, sí nos pueden volver a contagiar. De allí que usamos doble tapabocas para cuidarnos... pues sería terrible volver a pasar por esto”.

¿Cuánta gente en Venezuela está pasando ahora por el mismo drama de esta pareja? No lo sabemos ‘a ciencia cierta’, pero ante la alternativa de encarar el espectral ámbito sanitario venezolano, son muchos los que prefieren enfrentar el virus en casa, así tengan que morir.







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Ocultos en su casa una pareja venezolana superó el coronavirus Ocultos en su casa una pareja venezolana superó el coronavirus Reviewed by Alejandro Domecq on 14:28:00 Rating: 5

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