La centenaria y el nonagenario cara a cara con sus laberintos

Ambos tienen la silla de ruedas como perenne asiento. Desde allí les invaden los recuerdos y los avatares no cejan de perseguirlos aunque cuenten con edad suficiente para absolverlos de sus sufrimientos y martirios. Son María Bramyas y Bruno Dey. 113 años ella; 93 años él.

Qué iban a pensar ellos ni nadie que serían materia informativa este mismo día: 23 de julio de 2020 (El Mundo.es de España los reseña en notas separadas). A sus 113 años de edad María Bramyas es la mujer más longeva en vencer el letal coronavirus; y Bruno Dey, con 93, fue condenado a dos años de libertad vigilada. Y mientras él se tapa el rostro avergonzado por su pasado de vigilante nazi en el infame campo de concentración de Stutthof, ella, sin nada que ocultar, descubre su rostro y mueve sus labios para simplemente decir que hasta cuándo Dios la va a tener con vida.

De nacionalidad alemana, Bruno Dey, entre 1944 y 1945, fue destinado por los nazis al campo de exterminio de Stutthof (Polonia) en el fragor de la segunda guerra mundial cuando apenas tenía 17 años, y se le acusó de colaborar en la muerte de “5.230 personas por las cámaras de gas, enfermedades o hambre”, informaron los medios de comunicación, y como menor de edad para entonces fue sentenciado por la Sala de Menores de la Audiencia Territorial de Hamburgo (Alemania) a la pena de dos años de libertad bajo vigilancia.

"Nunca he dejado de culparme", declaró Dey pidiendo perdón “a todas las personas que pasaron por este infierno”, aunque en su descargo afirmó que fue reclutado por el nazismo para vigilar a los cautivos, por lo que no lo hizo voluntariamente.

María Branyas, española, no ha tenido una vida menos azarosa. A los ocho años contempló el ataúd de su padre hundirse en el mar, recién casada se salvó de la matanza de la Guerra Civil, enviudó muy joven, sepultó a su primogénito en este siglo, y ni que decir de sus familiares y amistades que fueron cayendo con los años.

“Ahora sí -pensaría ella al contagiarse de coronavirus- iré al encuentro del Señor y de quienes tanto quise y me quisieron”, pero qué empeño de su organismo de continuar indefinidamente con esa larga vida. Sin hacerle caso a su razonable deseo de morir, las defensas internas pugnaron brazo a brazo contra el virus que la dejaba sin aliento, y en una inesperada sorpresa lo echaron hacia afuera como si hubieran arrojado un implacable demonio.

Dios no solo parece olvidarse de que ya es tiempo de llamar a María, como ella lo ha dicho; para muchos, también ha debido acordarse de Bruno.




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La centenaria y el nonagenario cara a cara con sus laberintos La centenaria y el nonagenario cara a cara con sus laberintos Reviewed by Alejandro Domecq on 14:46:00 Rating: 5

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