El grito adolescente que nadie oye

Lo bajan del mecate; apenas hace unos minutos que se quitó el peso del tormento. Juan Pablo solo supo que le quedó un desgarramiento en el alma cuando su piel de niño obtuvo la palidez de la adolescencia. Nadie oyó el grito interior que pedía liberación. Nadie reparó en su angustia. Sus padres lo habían dejado a merced de las redes sociales y de sus sicaritos, pegado a esa telaraña en la quedó atrapado entre ponzoñosas tarántulas, como están millones de jóvenes. 


La pubertad es para muchos adolescentes como entrar en un túnel lúgubre y tenebroso, sin más armas contra los asedios a su paso que las de aquel niño que solo sabía del juguete fiel o de las correrías por los patios y jardines. “Ahí estás escondido Luisito, te descubrí...”. Juan Pablo pasaba el tiempo felizmente y sin más interrupción que la insistente llamada de mamá para ir a bañarse. Sí, el tiempo transcurría sin sobresaltos, pero apurado por arrancarle la niñez. 

Juan Pablo crecía y los pantalones ya no le servían más que de burlas entre sus compañeros del liceo. Lo avergonzaban, pero eso sí, tenía un ‘teléfono inteligente’: la varita mágica para ausentarse de su entorno, navegar entre portales escatológicos y olvidarse de todo cuanto lo oprimía. Pero el olvido desaparecía al llegarle mensajes con insultos, y entonces surgían como fantasmas las voces de sus verduguitos que le recordaban lo desdichado que era, la inútil, inservible y miserable vida que llevaba... Sus manos aferradas a la cabeza en ademán de insoportables chanzas y desprecios, subrayaban su estado de angustia y nerviosismo. Nada lo consolaba, y nadie atendía su interior grito de auxilio que intentaba salir de la garganta y a la vez le producía una intolerable asfixia; hasta que un cuerpo, exánime por la carga del esfuerzo, quedaba tendido en el lecho, solo y abandonado, como un cervatillo indefenso. 

Una vida así ¿cómo se puede llamar vida? Ahora sus padres enfilan las baterías contra “el bullying y esas malditas redes sociales”. ¿Y dónde queda la responsabilidad paterna, sus ausentes abrazos y orientaciones a tiempo? 

- Démosles alas a los muchachos para que vuelen por sí mismos, pero con ellas el escudo del amor y las palabras como espada para enfrentar a los monstruos de afuera-, contesta el viejo maestro de la escuela. 

- Y así no habrá grito que escuchar desde las entrañas de su ser-, concluye su interlocutor. 

Qué lástima que tan simples y naturales consejos caigan en el vacío... y la guadaña mortal siga haciendo estragos, cual epidemia, en adolescentes como Juan Pablo.




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El grito adolescente que nadie oye El grito adolescente que nadie oye Reviewed by Alejandro Domecq on 7:37:00 p.m. Rating: 5

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