Tyson Fury, la inspiración de los caídos

En el 2015 el británico Tyson Fury no hallaba qué hacer con su vida, pese a ser el campeón indiscutido de los pesos pesados. Pese a tenerlo casi todo: trono, fama, dinero... 

Pero “El Rey de los Gitanos” estaba triste, algo muy hondo le hacía padecer; eso que podría ser llamado crisis de identidad, que se traducen en un intolerable vacío interior. “El Rey estaba desnudo” pero no por falto de ropa sino por carencia de sentido de la vida. Y una vez más aquello de que la riqueza no lo compra todo se abatía contra un hombre. Contra él, el guerrero, el que no le teme a los golpes del ring, aunque temblaba ante la vida.

Por ello renunció a casi todo, a sus triunfos, a los aplausos, a sus hazañas, a la fama, a mayor fortuna material; a ese amado y terrible cuadrilátero desde donde demostró que su estatura de ciprés (2 metros, 6 centímetros) no era solo eso, tamaño, sino inteligencia, habilidad y corazón. 

Y con ese abandono del ensogado, el derrumbe vino consigo. Alcohol, drogas, soledad, angustia y depresión. Todo un caos; una rata gris tal vez la pasaba mejor. 

Hasta que después de adentrarse al vientre del infierno y pensar que era preferible decirle adiós a todo, surgió la redención; y en vez de volver la pistola o la soga contra sí, desandó el camino para someterse al purgatorio del gimnasio, al acuartelamiento disciplinario. Ya sus manos no estaban apuntando hacia él, sino resueltas contra el saco, la pera y los esparring de turno. “El rey de los gitanos” estaba de vuelta dos años después.

Volvió al ring en el 2018, y luego de dos triunfos meritorios, retó al invencible “Bombardero de Bronce”: el estadounidense Deontay Wilder. Todos los seguidores del boxeo vieron a Fury dominando la mayoría de asaltos, y si no hubiera sido por las dos caídas, su triunfo era inevitable. Al final las tarjetas de los jueces computaron un empate. 

La madrugada del domingo 23 de febrero, en Las Vegas, el mundo los vio subir por segunda vez. Fury mostraba más optimismo y su cuerpo asomaba una mejor forma. Pero no tenía enfrente a un don nadie. Allí estaba ese monarca con un registro de otro planeta: 43 peleas, 41 nocauts, 1 triunfo por decisión y el empate ante Fury, quien no estaba tan bajo en los números: 29 laureles, 1 tabla, 20 anestesiados. Y si bien las apuestas daban iguales posibilidades de victoria a los dos, la inmensa mayoría de fanáticos y expertos se inclinaban por Wilder. 

Sonó la campana y desde ese momento no había dudas de quién estaba más decidido. Fury salió a jugárselas. Y eso lo presintió Wilder. No obstante, había poco que hacer: esa mole, como un tren sin freno, se precipitó contra “El Bombardero de Bronce”, que si bien no rehuyó, empezó a dar muestras de impotencia. Dos rounds más tarde, el acoso, movilidad y la seguidilla de aciertos llevaron a Wilder a la lona en par de ocasiones, y otra más en el quinto. Lo demás fue una pesadilla para el campeón, valiente sí, pero acaso solo un milagro de su derecha de acero era lo único en que pensaba. 

Sin embargo, ese derechazo aunque llegaron a explotar en al rostro de Fury, no causaban la letalidad del primer desafío. El séptimo asalto fue una ‘ñapa’ para Wilder; sangrante e ido, vio como el árbitro paralizaba la refriega tras pedido de la esquina. La toalla había sido lanzada. Fury alzaba los enormes brazos y Wilder, resignado, era asistido por su parciales. 

La lección estaba totalmente aprendida. “El Rey de los Gitanos” enviaba a todos los circundantes y al mundo todo, este mensaje... Puede que nos hundamos hasta el fondo del abismo, pero la determinación de resurgir es más poderosa que la caída. 




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Tyson Fury, la inspiración de los caídos Tyson Fury, la inspiración de los caídos Reviewed by Alejandro Domecq on 19:10:00 Rating: 5

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