El Black Friday hechizó a la Venezuela socialista
El Black Friday o
Viernes Negro –que se materializa cada 1 de diciembre- es uno de los símbolos
más representativos del consumismo estadounidense, de su capitalismo
efervescente; es también la cara más visible de la compra compulsiva (adquirir
productos porque sí) que se ha extendido en varias partes del mundo, incluida
Latinoamérica, impulsada por una publicidad sistemática y “multipersistente”. Es
en la práxis la antítesis del socialismo, del marxismo y su rechazo al libre
mercado y afán de lucro por encima de las necesidades básicas.
Pues bien, Venezuela entró el pasado viernes en esa onda del
imperio del norte, tan criticado y anatematizado en estos últimos 20 años por
la Revolución Bolivariana y su Socialismo del Siglo XXI que la gobierna. Ahora
los venezolanos (bueno, los que pudieron) en medio de la crisis del país se
igualaron a sus vecinos latinoamericanos de gobiernos de derecha en eso de
agolparse en los centros comerciales y hacer largas filas para comprar lo que
sea, no importa que algunos tenían ya su celular de última generación o que no
le hiciera falta un par de botas, lo importante era aprovechar la oferta de
precios (50% y más de descuento), darse unas poses de esnobista y sentirse que
tienen ante sus ojos y al alcance de sus dólares, como los gringos, cuanta
prenda se exhiba.
¿Y cómo se pudo dar esa entrada venezolana en sociedad (en
el mundo del consumismo a lo yanqui) cuando los personeros del chavismo-madurismo
se negaban a todo lo que olía a economía de mercado, como la liberación de
precios y libre cambio monetario? Simplemente por obra y gracia de la política
destructiva del régimen, que comenzó con la expropiación sin indemnización de
las empresas privadas y de tierras, con la corrupción e improductividad en las
industrias básicas en manos de incapaces del partido rojo rojito, la regaladera a costa del petróleo a naciones afines
al socialismo por mandato sin chistar del entonces todopoderoso Chávez; por
todo ello y mucho más, se llegó a la paralización de la economía nacional, a la
pobreza del país y a la huida en masa de los ciudadanos a otros países.
Y en ese último renglón, el éxodo masivo, se encuentra una
clave de cómo en un país destruido, donde al menos la mitad de la población
pasa hambre, hay otra parte que puede comprar lo que no le es vital. El país se
fue dolarizando aceleradamente desde hace unos 3 años, al punto que en la
actualidad alrededor de 4 millones de venezolanos en el exterior que envían remesas
a sus familiares, y mientras más ciudadanos emigren (como lo seguirán haciendo), lógicamente más divisa norteamericana entrará; por ello se entiende
las estimaciones de Ecoanalítica, prestigiosa empresa en asesoría financiera,
al calcular un aumento de 4.600% en remesas en los últimos tres años, y de 78
millones de dólares en 2016 se pasó este año a unos $3 mil 500 millones,
cantidad que estará alrededor de 4 mil millones en el venidero 2020. Hoy, más
del 50% de las transacciones en Venezuela se realizan en dólares, según el presidente
de datanálisis, Luis Vicente León. Lo trágico es que la mayoría poblacional no
disfruta de ese intercambio en dólares, porque perciben su salario en bolívares,
signo monetario devaluadísimo, equivalente a 10 dólares al mes.
Eliminación no
oficial de los controles de precios y de cambio
Por efecto de la realidad práctica, el régimen no pudo
mantener por más tiempo su discurso de cero tolerancia a la liberación de
precios y libre mercado cambiario. Ante la falta de circulante y devaluación
continua del bolívar por la imparable inflación en un país con el aparato
productivo en coma, los jerarcas callaron y dejaron que Venezuela pasara de un
férreo, absurdo y obsoleto control total de la economía a un monstruoso
capitalismo salvaje, como no lo ha habido en ninguna de las naciones vecinas y
en gran parte del mundo. Se pasó de las inmensas colas para obtener los pocos
productos de consumo, a la entrada de artículos extranjeros de todo tipo; de
manera, que ya no hay escasez; pero es tan inestable la economía venezolana que
cada comerciante o empresario local coloca a su libre consideración el precio
en dólar o su equivalente en bolívares para poder preservar su negocio, pues
todos los días la mercancía les llega con nuevo precio. Por ello, solo quienes
perciben dólares pueden flotar en esas aguas inflacionarias, mientras que los
asalariados y pensionados se hunden o naufragan al no poderse sostenerse en la
endeble tabla de los bolívares.
Por lo mismo, la secretaria María Ramos con todas las ganas
que tenía, no pudo apersonarse a uno de los centros comerciales en Caracas u
otras partes de Venezuela para aprovechar las ofertas del Viernes Negro, como
sí lo hizo su vecina Juanita Puente, que metió los dólares en su bolso enviados
por su marido desde Panamá y se enfiló emocionada al Sambil caraqueño.
La dolarización ha salvado al país del colapso total y ha
beneficiado por carambola al oprobioso régimen causante de todo este desastre.
De allí que Maduro, quien acusaba al dólar paralelo de la desgracia económica,
dijera olímpicamente: "No lo veo mal […] ese proceso que llaman
dolarización; puede servir para la recuperación y despliegue de las fuerzas
productivas del país y el funcionamiento de la economía". Qué lo va a ver
mal, si lo está salvando de salir por la vía que sea de su dictadura de facto,
pues ya él mismo, directamente, le inyecta dólares en efectivo al mercado por
la venta de oro y petróleo en el exterior...”, tal como lo dice Sputnik en su
versión digital.
Leandro Rodríguez Linárez, en su artículo El castrochavismo
y su burbuja, a propósito del Black Friday, enumera las maneras como entran los
dólares a Venezuela...“Inyección descontrolada de dinero “inorgánico”, 5
millones de emigrantes de los cuales se reciben remesas, blanqueo de capitales
producto de la corrupción más descomunal que conoce la humanidad luego de la
segunda guerra mundial, además de otros actos ilícitos dónde se mueven mil
millonarias cantidades de dinero, explican este país colmado en
contradicciones, por ejemplo, a pesar la FAO reconoció la gravedad de los
crecientes niveles de desnutrición que presentan los venezolanos, prácticamente
en cada cuadra de nuestros pueblos y ciudades nace semanalmente un “bodegón”
¡ilógico cierto!”.
En esa lista de personas que cuentan con dólares y por ello
fueron a comprar en el Viernes Negro, deben añadirse, entren otros, a familias
prósperas que tradicionalmente manejan divisa norteamericana, los boliburgueses, enchufados y políticos beneficiados con las rentas que percibe el
gobierno; algunos opositores y su entorno que disponen de los ‘billetes
verdes’, producto del respaldo financiero de gobiernos extranjeros para sacar a
Maduro.
Hay otra gran verdad que se desprende de la masiva
asistencia de venezolanos alentados por el Black Friday, y es que la
ideologización que emprendió el régimen con Chávez primero, y Maduro después,
en favor del socialismo y en contra del capitalismo, no ha surtido el efecto
esperado en la mentalidad venezolana. La moda, el gastar en cualquier cosa,
darse los gusticos, sigue circulando en su sangre; sean ciudadanos de izquierda
o de derecha. “El ta’ barato, dame dos” tiene mayor peso que el “Socialismo,
Patria o Muerte”. Y en la medida que más venezolanos tengan acceso a los
dólares, conductas como comprar masivamente en el Viernes Negro o de otra
índole consumista -a lo yanqui- no dejarán de verse en esta insólita y
paradójica Venezuela.
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El Black Friday hechizó a la Venezuela socialista
Reviewed by Alejandro Domecq
on
17:13:00
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