Crónica urbana: La mano del venezolano siempre será solidaria
En Venezuela se hizo tan
normal la convivencia de diversas nacionalidades que la escogencia de este país
para vivir no solo se debía a su enorme riqueza petrolera, sino además y
precisamente al alto grado de tolerancia, al mínimo resquemor a personas extranjeras
o inmigrantes.
De hecho, una humilde
calle o sector la compartían los venezolanos en camaradería con ciudadanos colombianos,
italianos, chinos, árabes, españoles, portugueses, peruanos, ecuatorianos,
chilenos, trinitarios y a veces hasta un gringo pernoctaba por ahí con la
seguridad de que no le echarían en cara ser hijo del imperio estadounidense. Y
no solo se les toleraba, también se les respetaba y se les involucraba en los quehaceres
de la comunidad. Juntos construyeron el porvenir.
No era esto un hecho
fortuito, los venezolanos llevan en sus genes un crisol de razas o de culturas.
Ya Bolívar decía que América Latina y el Caribe la forman una mezcla de indio americano,
blanco español y negro africano; y por ello el espíritu libertario de emancipar
a los países suramericanos prendió los corazones y se pudo producir la independencia
de los mismos. Bolívar fue tan más allá del concepto de unión de nacionalidades
que concibió una patria poderosa conformada por Venezuela, Nueva Granada,
Ecuador y Panamá. La llamó ‘Colombia la Grande’ o ‘La Gran Colombia’.
De manera que la
hermandad entre los pueblos del continente americano tiene, a grosso modo, en
el venezolano común uno de sus más firmes defensores, con una historia de trato
al forastero fundada en la dignidad y solidaridad humana... Fue esta Tierra de
Gracia, y por ello sus habitantes miraban muy poco hacia afuera (¿para qué?, si
aquí había de todo) y por consiguiente Venezuela se convirtió, como Israel, en
la Tierra Prometida, receptora por convicción de inmigrantes de todas las
nacionalidades, donde manaba no solo leche y miel sino también a borbotones un líquido
oscuro y viscoso que potenció su prosperidad.
Pero devino la
desgracia. Una cofradía de incapaces, insensibles y bandidos, imbuidos por una
ideología obsoleta e inhumana, convirtió al país en un desierto de chatarra y
de seres menesterosos, trashumantes, al grado de que unos 4 millones de ellos
(por ahora) han tenido que dejar su querida patria para no morirse de hambre. Se pasó de un pueblo sólido
y bien asentado a uno de nómadas o gitanos.
Así muchos “con una
mano delante y otra atrás”, cruzaron la frontera y llegaron en masa buscando auxilio
principalmente en países como Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Argentina. Allí
reciben ayuda de los gobiernos e instituciones caritativas mientras encuentran
trabajo en lo que sea. La mayoría de esos venezolanos trabajan duro y honradamente,
aportan su talento, esmero y experiencia para fortalecer la economía; otros son
aprovechados por personas inescrupulosas y, sin misericordia, son explotados en
diversas faenas. Y hay (¿quien lo duda?) algunos que fueron a delinquir, a
causar daño a esas sociedades, y merecen todo el repudio y el peso de la
justicia.
Lo que no se puede
entender es por qué ciudadanos nativos del Perú, incluyendo funcionarios
gubernamentales, así como mensajes de los medios de comunicación, alienten una
especie de campaña de odio, encono y animadversión contra familias venezolanas que
se ganan el pan con el sudor de su frente. Las acosan, las persiguen y las
llenan de improperios, hasta llegan los policías a quitarles las mercancías con
las que trabajan.
Se les acusa de
propiciar mano de obra barata que deja sin trabajo a los peruanos, de
desmejorar los servicios públicos, e incluso de traer hábitos de vida que
afecta la cultura peruana. Cualquier cosa se dice de ellos con tal de
malponerlos. Y, aunque por fortuna son una minoría, de todas maneras hacen daño
al gentilicio venezolano.
Cierto que no se
puede soslayar lo que autoridades del tema migratorio han dicho: la necesidad
de buscarle una pronta salida al éxodo
de los venezolanos, por cuanto se presagia que terminará por alterar y
desbordar la capacidad de respuesta de los países receptores.
Y esa salida o
solución no es otra que rescatar a Venezuela de las garras de esta ominosa
dictadura comunista, y luego iniciar el proceso de recuperación. De esta forma
se producirá la repatriación de los que se fueron y el reencuentro anhelado con
quienes se quedaron.
Entonces, sin odios
ni venganzas, volverá a brillar en la patria de Bolívar ese crisol de nacionalidades.
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Crónica urbana: La mano del venezolano siempre será solidaria
Reviewed by Alejandro Domecq
on
13:30:00
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