Convulsiones en Latinoamérica sacudirán suelo venezolano
Y dichas cualidades
no se consiguen a la vuelta de la esquina. Los políticos, torpemente, están
embrollados en sus sectarismos, y los medios de comunicación tradicionales y de
nuevo cuño (léase digitales y redes sociales) ayudan poco, más bien enturbian
la vista y entorpecen el pensamiento. Ralentilizan la capacidad de juicio.
Por lo dicho, no parece haber un arquero que acierte en el
blanco para entender cabalmente los sacudones actuales, porque este no es un
blanco estático, es uno que se mueve y esquiva las flechas.
Dicho esto, queda
la opción de buscar acercarse a los hechos aunque sin la certeza de encontrar
la repuesta como una fórmula matemática.
La mirada debe dirigirse a qué siente la mayoría de la
población de los países nombrados sobre su situación cotidiana, qué trato
reciben de los gobiernos o sistemas de turno. Y, sobre todo, qué piden.
Si podemos responder a estas preguntas u otras de ese tenor,
estaríamos en el camino de cruzar una de las capas de la espesa telaraña
acumulada por años, siglos tal vez, aunque lo que siga es un camino oscuro. La
gente común, el ciudadano de a pie (por emplear esta frase en boga) se siente
defraudado de los gobernantes, a los que le endilgan su preferencia por los más
poderosos, en el plano político, social y económicamente; de manera más directa
señalan a la clase alta que, para ellos, tiene privilegios estrambóticos en
comparación a las negaciones de necesidades fundamentales de la mayoría y sus
aspiraciones de ascenso social y mejor calidad de vida.
Es por eso que las protestas, vandalismo, saqueos y desórdenes
de estos días van mas allá de medidas impopulares y factores externos como el
Foro de Sao Paulo, dispuesto a pescar en río revuelto bajo sus prácticas
impúdicas de mantener a troche y moche el modelo castro-comunista,
principalmente en Cuba, Venezuela y Nicaragua y de buscar expandirlo hacia
otros países.
De modo que el malestar colectivo ha ‘pendulado’ tanto en
gobiernos de izquierda como de derecha. Ambos modelos se han situado en la
práctica en contra de la mayoría; ambos sistemas privilegían sus castas
políticas y sus élites sociales. De alguna manera la gente común lo ha visto
así, y se ha dado cuenta de que su situación de pobreza o de falta equidad en
la sociedad no desaparece con el esfuerzo individual o global sino que intuye y
razona que hay algo más de fondo: el estado de cosas está hecho o se ha hecho
para beneficiar a una minoría y desalentar a los más, a los postergados de
siempre.
De allí que esos pueblos en convulsión, Ecuador, Chile,
Bolivia a los que seguramente seguirán otros, están en situación de
hipersensibilidad; cualquier medida que no surta efecto positivo para sus
intereses o que simplemente no les cuadra en lo mediato los hace reaccionar, se
convierte en la chispa que incendia la pradera.
Venezuela y el
incendio que se avecina
En cuanto a los procesos eleccionarios en Argentina con el
retorno de los peronistas a través de los Fernández (Alberto, presidente,
Cristina, vicepresidenta), de Uruguay con el balotaje a segunda vuelta entre
Luis Martínez del gobernante Frente Amplio y Luis Lacalle Pou, del Partido
Nacional, en el que se augura el triunfo de los derechistas, así como las
elecciones locales en Colombia con victorias de independientes en alcaldías
claves (Bogotá y Medellín) todas apuntan a pronunciamientos de requerimientos
de cambios por parte de la mayoría de la población. Y refuerzan lo dicho arriba; no se trata de
retornos a la izquierda o la derecha por convencimiento ideológico, no, los
tiros no van por ahí, es colocar absurdamente la carreta delante de los caballos
como lo quieren hacer ver principalmente los miopes del socialismo totalitario
venezolano, léase Diosdado Cabello y Nicolás Maduro.
Creen ellos, en su desmedida euforia, que los sacudones en
Ecuador y Chile (por supuesto minimizan lo que pasa en Bolivia y no mencionan
el posible triunfo de la derecha uruguaya) junto a los triunfos de aspirantes independientes y de tendencias de
izquierda colombianos, son aires que se convertirán en huracán bolivariano en
este continente, e incluso, atrevidamente, dicen que se sentirá en Europa.
Para
estos comunistoides, la mayoría venezolana decepcionada, abandonada y ultrajada
por ellos no se alzará y convulsionará al país. Pregonan, cínicamente, que este
es la nación más estable de América Latina, sin que sus tapiados oídos puedan
escuchar la enorme olla de presión que gorgorea en el colectivo nacional
(sometido por ahora a la represión de choque y de inanición) pero que en el
momento menos pensado volará la tapa con efectos impredecibles.
Será un incendio de grandes proporciones directamente
proporcional a las calamidades de los venezolanos, mucho más lacerantes que las
necesidades de sus vecinos de América del Sur, por cuanto si estos se reparten
prioridades económicas y políticas, Venezuela está atenazada al cuadrado por
ambas concurrencias. Tiene hambre estomacal y democrática, de cubrir sus
necesidades inmediatas y de contar, como en el pasado, con un sistema político
de alternancia partidista y división de poderes. En dos palabras: hambre de
justicia.
Entonces quienes no volverán jamás serán los pregoneros y
sustentadores infames del Socialismo del Siglo XXI.
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Convulsiones en Latinoamérica sacudirán suelo venezolano
Reviewed by Alejandro Domecq
on
11:49:00
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