Ni descansar en paz es posible en Venezuela
Dicen (quién puede
refutarlo) que una tumba alberga no solo restos humanos o cenizas, sino algo que
fue prodigioso: un ser que latió, respiró y tuvo aliento y vida; alguien con
una historia o sin ella. Los curiosos pueden leer: Ramón Urbina nació el 24 de
agosto de 1900 y murió el 13 de junio del 2001. Andrea Pinto nació el 30 de
septiembre del 2000 y murió el 31 de diciembre del 2001. Desiguales números y
tiempos que nadie sabe por qué.
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Se va a los cementerios y puede apreciarse la evolución de
las épocas representadas en los mausoleos. Los hay con losas enormes o empinados
monumentos -custodiados por ángeles o querubines- conviviendo con otros panteones y sepulcros modestos. Y también los
hay constituidos por largas hileras de pequeñas placas bien ordenadas a ras del
césped, con sus respectivos nombres y fechas que indican el principio y el fin.
Unos son camposantos públicos con su derroche de tierras y
ornamentos al gusto de la gente y de acuerdo a las posibilidades de sus
bolsillos; y otros –los cementerios privados- están regidos por un plan de
rigurosa planificación y economización de espacios, plenos de afluentes y verde
arborización.
Así, más o menos, son todos los aposentos donde los vivos
entieran a los muertos. O donde “los muertos entierran a sus muertos”, según La
Biblia. En todo caso, son los cementerios algo así como museos: exhiben parte
de la historia de un pueblo. Y lo que
es más reconfortante, los cuerpos descansan sin sobresaltos.
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No hay piedad para los difuntos al punto que son sacados de sus nichos para venderlos al mejor postor. |
Pero hay cementerios en Venezuela contrarios a lo expuesto
arriba. Uno de ellos está en Cabimas, municipio del estado Zulia,
específicamente en el sector La H. Aparte
del caos entre las tumbas (muchas derruidas, algunas violadas) se trata de un
lugar donde las lápidas mutan de
nombres y por consiguiente de dolientes. Si una familia enterró a su difunto
allí, pongamos por caso el domingo 30 de enero de este año, y vuelve a la tumba
unos meses después, se encontrará con personas que rezan y ponen flores
exactamente en el mismo nicho, pero a otro difunto. Si los parientes están desprevenidos creerán que
todavía existen almas piadosas que visitan y elevan plegarias a deudos que no
conocen. Pues no. Ellos visitan a sus muertos, no los de otros. Bastante cara que
está una velita en este rico país petrolero como para alumbrar a un
desconocido.
¿Y entonces? El primer muerto (quién sabe si no es el
primero sino el séptimo) ha sido suplantado por el más reciente. Juan sustituyó
a Pedro; Juana a María. Y así sucesivamente. La crisis en la Venezuela madurista
ha llegado a tal punto que el respeto a los que partieron al más allá importa
un bledo. En Cabimas si te moriste y tus familiares por cualquier circunstancia
se demoran en visitarte, no te encontrarán. Has sido desenterrado pero antes de
que te boten -quien sabe a dónde- deben auscultarte, requisarte bien, por si llevas
una ropa de calidad, un par de calzados de primera o un metal valioso que
cuando te reías brillaba en tu boca (con el permiso de Pedro Navaja).
¡Ah, y no olvides que expropiarán tu cama¡ En ella acostarán a otro. Debes entender que el cajón funerario está escaso y costoso, y el tuyo se venderá a un precio razonable. A menos que tengas la suerte de algunos difuntos y decidieran enterrarte dentro de una oxidada nevera o en cualquier saco porque no hay dinero para comprarte un cofre decente o mandártelo hacer al carpintero de la esquina. Recuerda que cuando estabas vivo todo se iba para medio comer.
¡Ah, y no olvides que expropiarán tu cama¡ En ella acostarán a otro. Debes entender que el cajón funerario está escaso y costoso, y el tuyo se venderá a un precio razonable. A menos que tengas la suerte de algunos difuntos y decidieran enterrarte dentro de una oxidada nevera o en cualquier saco porque no hay dinero para comprarte un cofre decente o mandártelo hacer al carpintero de la esquina. Recuerda que cuando estabas vivo todo se iba para medio comer.
Además, bastante que descansaste en vida para venir hacer lo
propio ahora que ya no respiras. No hay piedad para tí. Mucho menos para los
bolsillos ya desvencijados de quienes te sobreviven. Si fuiste periodista,
médico, ingeniero, ama de casa, albañil o sencillamente alguien de buena
conducta, esas credenciales no te sirven para los desalmados profanadores. Te
echarán sin más como una escoria. Y el colmo, quien sí fue un azote de barrio tendrá
misericordia si su familia paga para que no le hagan lo que a tí. “Trato
hecho”.
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Destrozos, olores nauseabundos e indolencia total están a la vista de cualquier visitante. |
Por eso cuando la lluvia atraviesa el cementerio no es
extraño observar algún perro con un hueso en la boca. Pudo haber sido un fémur tuyo,
o de quien fuera un gran corredor; o los huesos descarnados de una mano que operó
con éxito a tantos pacientes. Suena todo esto grotesco, tenebroso y alucinante,
pero es la insólita e inclemente realidad de un país mal avenido en los últimos
años, cuya mayoría no tiene recursos para comer, mucho menos para darle
cristiana sepultura a los suyos.
Estos desmanes abominables e imperdonables contra quienes no
puede defenderse es el producto de una mentalidad amnésica, a la cabeza de la cual van las autoridades, que contraria
a otros pueblos y culturas, no profesan la más mínima consideración ni
valorización a los que vivieron, soñaron, trabajaron y juntos ayudaron a forjar
la zulianidad.
Aquí pareciera que “es
un pecado morirse” -perdonen la recurrida frase- y mucho más conservar las
últimas moradas. Cementerio que se queda sin tierra, cementerio que es
demolido. ¿Quién puede hablar del primer camposanto cabimense?. Ya muy pocos
recuerdan el que antecedió al actual. Quedaba donde hoy está la sede de los
poderes públicos, en el mismo sector La
H. Eso sí, como si nada se perdería y la memoria local fuera un estorbo, se
le advirtió a los habitantes que podían trasladar a sus parientes al entonces
nuevo cementerio Santísima Trinidad. Como era de esperarse, solo unos
poquitos lo hicieron.
Han dicho algunos entendidos que el desapego al pasado de
los venezolanos comenzó desde que se descubrió que el “excremento del diablo” (léase petróleo) propició el desenfreno
monetario y el progreso mal entendido. De allí que se desmantelaron palafitos,
casas coloniales, edificaciones antiguas y cuantas pertenencias de distintas
épocas. La tinaja y el pilón de la abuela se echaron al lago maracaibero. Nadie
sabe qué se hizo del baúl repletos de libros del viejo maestro de la escuela.
No ha habido piedad con cuanto recuerdo material se atravesara a la vista; y hasta
hubo quienes a lo Nerón se extasiaron al ver cómo las fauces del fuego en su
crepitar masticaba reliquias del moribundo ayer.
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Los catafalcos se exhiben a plena luz del día como si se tratara de chatarra o simplemente basura. |
Si esto ha sido así, quién se va a condoler de los muertos y
su morada. Aunque resulta que las urbes vecinas de Cabimas como Maracaibo y los
Puertos de Altagracia aún conservan sus antiguos cementerios. Vemos en sus
losas nombres adoptados del mundo griego... Aristóteles, Arquímedes, Eliseo, Tesálida,
Agripina. O del romano: Julio César, Alejandro, Petra, Sofía.
Tal vez habría que decir, a modo de entender a los cabimenses,
que fue precisamente en su entorno donde el impacto petrolero fue más severo
desde que en 1922 un largo y vertical chorro -llamado El Reventón- saltó como
la sangre de una vena rota y apuntó a las nubes durante varios días, dando a conocer
a la nación venezolana como la meca petrolera.
“Los tiempos cambian” dirán unos cuantos. Y se auxiliarán
con otra frase no menos socorrida: “Hay que darle paso al progreso”.
Será por eso que cuando se va al cementerio uno lee ahora estos
nombres: Yonaiker, Yulexi...
Texto y fotos: Erinson Piñero
erinsonp61@gmail.com
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Ni descansar en paz es posible en Venezuela
Reviewed by Alejandro Domecq
on
23:16:00
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