¡IMPELABLE LECTURA! El verdadero dilema de la oposción ¿Votar, no votar o qué?
Las condiciones para tener una elección democrática son
específicas y perfectamente conocidas y compartidas en el mundo. No las decide
una fuerza política dominante. Sin ánimo de ser exhaustivo, el voto debe ser
universal, directo y secreto. Todos los ciudadanos tienen el derecho a votar,
sin miedo y sin restricciones. Todos los ciudadanos tienen el derecho a
postularse y a ser elegidos, sin bloqueadores ni limitaciones establecidas
desde el poder. No puede haber partidos proscritos, ni candidatos
inhabilitados. Las condiciones y oportunidades de todos los aspirantes deben
ser iguales. Para que exista un campo de juego justo, no puede haber uso de
recursos públicos en la campaña. Las instituciones electorales tienen que ser
equilibradas y responder sólo a la Constitución. El proceso electoral tiene que
ser transparente y verificable por todas las partes. Esa verificación se hace
directamente a través de los testigos nacionales y los observadores
internacionales calificados y reconocidos.
Cuando una elección no cumple con algunas de esas
condiciones, se considera que hay una deficiencia democrática. Pero cuando hay
un proceso electoral que no cumple con ninguna de esas condiciones, estamos
frente a la ausencia total de democracia.
Una fuerza política que se enfrenta a un poder abusivo tiene
frente a sí un aparente dilema: participar o no participar. Los argumentos de
la no participación son muy fáciles de entender: ¿por qué ir a una elección
sesgada? ¿Por qué validar un proceso ilegítimo, donde tus probabilidades de
triunfo son claramente minoritarias? ¿Por qué aceptar condiciones no
democráticas? En esta decisión, la estrategia es llamar a la abstención como un
mecanismo de protesta y deslegitimación del gobierno abusador.
Si además, la
comunidad internacional está compenetrada con el problema y presionando por el
rescate de la democracia en ese país, la coherencia parece indicar que debe
rechazarse la participación, denunciar el abuso y continuar una lucha por el
rescate de los derechos violentados. La preguntas que deben responderse desde
el punto de vista estratégico son: ¿Qué significa seguir la lucha? ¿Existe la
fuerza para conducirla? ¿Está unida toda la oposición para soportar una
estrategia que a las primeras de cambio significa entregar el poder al gobierno
sin que tenga que mover un dedo?
La segunda posibilidad es participar bajo protesta. El
argumento se basa en la idea de que una fuerza opositora, contundentemente
mayoritaria, si está unida puede superar las barreras y las desventajas,
creando un momentum estelar de presión en el que el gobierno correrá riesgos
relevantes por impedir el triunfo de la mayoría. Bajo este escenario, la falta
de competitividad del proceso es muy clara. No se están chupando el dedo. Saben
que es una elección contra corriente y con graves riesgos de derrota por estar
controlado por el adversario. Pero cuando una oposición asiste a una elección
en esas condiciones, debe hacerlo también bajo una estrategia coherente. Puede
equivocarse, pero está apostando a que su lucha debe darse en todos los
tableros y presionar al adversario a mostrarse tal como es.
Es una forma de hacer visible frente al mundo el abuso del
poder y el despliegue de los bloqueadores prohibidos en democracia. El gobierno
entonces asumiría el riesgo de quiebre que puede generar la rabia y la
frustración de una población que se siente abusada en ese acto. El caso de
Alejandro Toledo en Perú ilustra perfectamente de qué se trata ese momentum.
Cuando la mayoría está con el débil, puede jugar a la
participación no competitiva porque confía en que su fuerza será de tal
magnitud que es difícil ocultarla y su intento creará espacios de quiebre y
tensión que no habría con la abstención, especialmente si el abstencionismo no
tiene claro el día después.
Si la fuerza opositora, en cambio, es una mayoría estrecha o
incapaz de generar unidad y confianza en sus seguidores, asistir a esa elección
puede ser más bien un evento desastroso, pues termina de validar a su
contrincante no democrático. Las condiciones del ambiente venezolano hacen
pensar que una participación opositora, sin resultados en la negociación, ni
cambios en las condiciones electorales, fracturaría a la oposición como en las
elecciones regionales, lo cual tendría un pésimo pronóstico.

En la opinión pública se ha discutido la posibilidad de que
la oposición participe con un outsider. Alguien que sea capaz de unificar a la
oposición, movilizar el voto y defenderlo. Es un escenario que sin duda depende
justamente de que la gente perciba esperanzas reales de triunfo, algo que a su
vez depende de las condiciones electorales.
Por otra parte, la oposición no debe subestimar la opinión
de buena parte de la comunidad internacional, que ya se ha manifestado sobre
las condiciones asimétricas y la ausencia de competitividad del sistema
electoral venezolano y que incluso ha anunciado que desconocerá los resultados
de unas elecciones presidenciales que se realicen fuera de un acuerdo que
garantice condiciones mínimas aceptables. Es muy importante que la comunidad
internacional entienda la estrategia de la oposición, cualquiera que sea.
Una pregunta que me hacen con frecuencia es si vale la pena
votar o abstenerse. Respondo, sin titubear, que ese no es el dilema actual. Si
el objetivo es producir un cambio político en el país, el dilema no es si se
debe votar o abstenerse. La pregunta central es si la oposición es capaz de
reconstruir la unidad y movilizar a las fuerzas opositoras, pues la decisión
correcta siempre será la que te lleve a actuar con coherencia estratégica y
unidad de propósito. Divididos, la derrota está cantada, votes o no.
Por: Luis Vicente León
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Reviewed by Santiago de León
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10:37:00
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