Casos electorales Trump y Chávez: la trampa del cambio

Casos electorales Trump y Chávez: la trampa del cambio


La superioridad de experiencia política y el apoyo a Hillary Clinton de notables figuras, entre éstas el propio presidente Barack Obama, parecen no haber sido suficientes y este martes se materializó lo que algunos analistas presumían como posibilidad cierta: Donald Trump, sobre quien giró la campaña presidencial al ser visto como emisario de las peores características del interior del ciudadano estadounidense, se impuso.



Algunos paralelismos pueden establecerse en torno a lo ocurrido en estos comicios presidenciales de EEUU, con el proceso electoral en el cual resultó elegido Hugo Chávez en Venezuela, en diciembre de 1998.

Uno de estos paralelismos radica en que muchas encuestas fallaron, de manera similar al caso venezolano, pues en los sondeos hubo quienes ocultaron su favoritismo hacia Chávez, evitando las críticas de allegados o colegas. Horas antes de la consulta en las urnas en 1998, aparecía el dirigente venezolano Henrique Salas Römer con un empate técnico con Chávez, quien al final lo desplazó con abierta ventaja.

Otras mediciones de opinión dieron un traspié, al parecer, por no haber tanteado las apreciaciones del estadounidense en zonas rurales, que sufragaron en esta ocasión por alguien que tocó sus frustraciones, tal como lo hizo Chávez en la oportunidad en la cual accedió al poder, empleando la plataforma democrática, años después de dos intentos fallidos de Golpe de Estado.

Al igual que Trump, el teniente coronel tenía los rasgos típicos de un ciudadano de su país, condensados con idearios del anterior pasado glorioso de los próceres. Representaba un “cambio” con la cúpula política saliente, demonizada por la prensa venezolana debido a escándalos de corrupción que se quedan cortos a la luz de las denuncias presentes sobre enriquecimiento ilícito de la élite chavista. Al igual que Trump, el lenguaje de Chávez alimentaba el odio, la confrontación y su verbo encendido resonaba por atreverse a decir lo que muchos pensaban, pero ocultaban.

Semejante al caso de Trump, los medios y personalidades de todas las esferas –arte y espectáculo incluidos- hicieron demasiada publicidad contraria, sin darse cuenta de que lo elevaban, pues reforzaban la característica de este tipo de ser: la sociopatía que se enquista, como un Mr. Hyde, en quienes lejos de “tomar consejo”, se comenzaron a preguntar, “¿por qué cuestionan tanto a ese señor?, ¿qué se trae este candidato que asusta tanto?, ¿será que lo que dice es cierto?” En la trampa de rebelarse contra voces experimentadas cayeron algunos optimistas por la aventura de lo distinto, sin mala intención y con mucha esperanza en verdaderas mejoras o en el supuesto rescate de la dignidad o la fortaleza nacional.

Al igual que Chávez, Trump inspiró nacionalismo, protección de ciertos elementos identitarios, revancha ante la penetración de enemigos del país. Al igual que los contrarios de Chávez en las elecciones venezolanas de 1998, en Estados Unidos no hubo una campaña firme en las ventajas del contendiente, sino una suerte de visión repetida: “Salva a la nación, no votes por Trump”, llegando a bombardear las redes con futuros apocalípticos que llegarían con el magnate, olvidando que el miedo puede inmovilizar y que la narrativa de Clinton se vaciaba hasta convertirse en la opción “No Trump”, desintegrándose su propia voz en toda una sistemática alerta que olvidaba publicitar sus propuestas.

Esta narrativa de Clinton, carente de una razón positiva y agradable para emocionar al elector, se centró al final en la extrema racionalidad de mantener los avances de la gestión anterior y evitar la llegada de Trump, y al ciudadano se le olvidó qué ofrecía su opción para el futuro... hubiera sido mejor apuntar elementos propios de la campaña de Clinton, pues así se le daba electorado la posibilidad de pensar en algo distinto que en el propio Trump.

El resultado hace ver que, al igual que con el caso Hugo Chávez, la antipolítica planteada por un outsider captó verdaderamente lo que aguardaba latente en la mayoría estadounidense, que hoy luce polarizada, otra similitud con el caso venezolano, aunque apenas en ciernes y a la expectativa de que el nuevo presidente siga los preceptos institucionales que han caracterizado a Estados Unidos desde el fin de la Guerra Civil.

“Hoy amanece el planeta con incertidumbres similares a las que los venezolanos afrontamos desde hace 17 años”, señaló el dirigente opositor venezolano Jesús Chúo Torrealba, para referirse a los resultados de los comicios estadounidenses. En algo sí es radicalmente diferente con el extinto líder venezolano: el hoy presidente de Estados Unidos, en efecto, es uno de los hombres más poderosos del mundo y su liderazgo marcará, para bien o para mal, el destino de millones de vidas en una mucho mayor dimensión a la de Chávez.

La otra diferencia es que la sociedad estadounidense, con sus sólidas y de verdad independientes instituciones, podrá hacer frente a los apetitos y al carácter volátil del hasta ayer candidado Donald Trump. ¿Se verá afectada la política exterior? Al parecer, sí. El caldo toma colores diversos y es impredecible, pero se debe recordar que la Constitución de EEUU es un documento que no responderá a pretensiones megalómanas, como sí ocurrió en Venezuela, con un Chávez que aprovechó su popularidad para cambiar la Carta Magna y establecer reformas a su imagen y semejanza.

En democracia, los líderes son reflejo de sus pueblos. El sólido estado de derecho en EEUU da justos límites al poder de sus autoridades. Esa es otra muy grande diferencia con el caso venezolano, una muy afortunada.
El Nuevo Herald

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Casos electorales Trump y Chávez: la trampa del cambio Casos electorales Trump y Chávez: la trampa del cambio Reviewed by Moisés Arévalo on 07:06:00 Rating: 5

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